Extracto del discurso de Antonio Banderas en su nombramiento como hijo predilecto de Andalucia en referencia a Manuel José García Caparrós, hijo Predilecto a título Póstumo
Sevilla 28 de febrero de 2013
Canción: "Un 4 de diciembre muere un malagueño
Discurso completo
El difícil episodio sobre el que ahora tengo que reflexionar abre
ante mí las puertas de una casa llena de habitaciones oscuras, de
pasillos llenos de recovecos, y de espejos que devuelven imágenes
distorsionadas. Ante uno de esos espejos tratare de desnudarme. Abriré
las ventanas para que podamos distinguir nítidamente cuál es la imagen
que nos es devuelta.
El 4 de diciembre de 1977 yo participaba en los
ensayos de una obra de teatro con mis compañeros del grupo independiente
Dintel. Se llevaban a cabo estos en una casa en ruinas del malagueño
barrio del Perchel. Yo tenía 17 años, los bolsillos vacíos, pero el alma
llena de ilusiones y planes más o menos imposibles. A media mañana
comenzaron a oírse a cierta distancia de donde nos encontrábamos los
ecos de una multitud que iba poco a poco tomando las calles céntricas de
nuestra ciudad. Los ensayos comenzaron paulatinamente a perder interés a
medida que sentíamos la urgencia y la curiosidad por ver con nuestros
propios
ojos el acontecimiento histórico que estaba teniendo lugar a
pocos metros de donde nos hallábamos. Debido a la falta de concentración
que se apoderó de todos nosotros, el director de la obra decidió,
con buen criterio, suspender los ensayos y dejarnos ir, decisión que fue
recibida con alborozo por parte de todos los miembros del grupo.
Salimos de allí en estampida, y a poco nos
incorporábamos al río de gente que avanzaba con aires más festivos que
reivindicativos. Sorprendía la gran cantidad de personas que se había
dado cita en aquella primera celebración del día de Andalucía, y el
carácter alegre de la manifestación. Recuerdo ver muchos niños, algunos
portados a hombros de sus padres, así como grupos de gente que,
acompañados por una guitarra, entonaban canciones típicas de nuestra
tierra. Frente a otras demostraciones callejeras de las que yo había
sido testigo, aquella se desmarcaba y establecía un factor diferencial
subrayado por las sonrisas en las caras de todos, por el orgullo de
salir a la calle como andaluces, como pueblo que se reconocía en su
propia idiosincrasia. Pero no duró mucho la fiesta, pues a poco de
habernos unido a la manifestación, 10, quizás 15 minutos después, todo
cambió. El lugar donde nos encontrábamos era el puente de la
Prolongación de la Alameda. Desde esa posición, y a pesar de los años
transcurridos, esto es lo que recuerdo.
Al principio, un detalle insignificante, pero al
que recuerdo prestar atención. Una señora, con sus hijos de la mano,
corría en dirección contraria al sentido de los manifestantes. Al pasar
junto a nosotros la oí decir, "tenía que pasar, tenía que pasar". Unos
segundos después, no muchos, el número de personas que emprendían lo que
interpreté como una huida, iniciaban el mismo camino en dirección
contraria que había seguido la señora con los niños. Sus caras ya no
enseñaban sonrisas sino miedo. A partir de ese momento, lo que recuerdo
es una concatenación de imágenes confusas y rápidas que probablemente
han sufrido el desperfecto lógico tras haber permanecido muchos años en
los cajones de mi memoria. Luces azules de las furgonetas
antidisturbios, carreras desesperadas, caídas, una bandera con los
colores de nuestra tierra caída en el suelo y en la que se enredaban los
pies de alguien que corría, un bote de humo que saltaba entre la gente
que se empujaba, gritos en medio de una niebla que se agarraba a la
garganta.
No lo supe en aquel momento, pero a muy pocos
metros de donde yo me encontraba, la vida de Manuel José García Caparrós
había pasado del blanco y verde de la mañana al negro eterno de lo
irreversible, de lo que ya no tenía arreglo. Había caído abatido por un
disparo que hizo diana en el corazón de todos los andaluces, tiñendo de
dolor a un pueblo que minutos antes cantaba ilusionado el inicio de un
camino hacia un futuro que habría de salvar obstáculos, momentos claros y
oscuros, vicisitudes, pero que estaba rodeado de esperanza.
Confieso sentir un estremecimiento casi
sobrenatural al comprobar lo paradójico de este momento en el que me
encuentro en relación a Manuel José. El haber estado a tan pocos metros
de él cuando se enfrentó a sus últimos pensamientos, su última mirada a
esa Andalucía que se desmoronaba a su alrededor, y volver a
reencontrarme con su memoria el día en que ambos recibimos el título de
hijos predilectos de nuestra tierra es hoy para mí motivo de reflexión
compleja y profunda. Desata un aluvión de preguntas a las que me veo
obligado a responder por respeto a ti, y al precio que pagaste por salir
a la calle aquella mañana del 4 de diciembre a defender la libertad, el
nombre de tu tierra y la dignidad de sus gentes.
Manuel José, hoy sé que el disparo que te mató
podría haberse alojado en cualquiera de los que estábamos cerca de ti.
Podría haber sido para mí y todo lo que desde entonces me ha acontecido
habría sido borrado. Las cosas que he visto, la gente que he amado, la
hija que tuve, las batallas que gané y las que perdí no existirían. Eso
es lo que te fue robado. Por eso hoy se te hace justicia, por eso hoy tu
gente te quiere devolver lo que se te arrebató, y el espejo frente al
que, hace unos momentos prometí desnudarme, me devuelve hoy tu figura. Y
a mí me gustaría pedirle permiso a tu familia para, en este día en el
que ambos somos nombrados hijos de nuestra tierra, decirte, hermano,
dame la mano y volvamos al Día de Andalucía del año 77, y completemos lo
inacabado. Salgamos de nuevo a las calles de nuestra tierra para gritar
lo que no pudo salir de tu garganta. Que somos un pueblo que respira
libertad. Que el andaluz camina sin miedo a perder su identidad pues
está soldada a lo más profundo de su alma. Que entre el ser o no ser,
Andalucía siempre eligió el ser. Que reconocemos nuestra imperfección y
en esto sólo vemos un estímulo para seguir creciendo. Que en estos días
turbios y confusos no podemos correr el riesgo de convertirnos en
aquello que criticamos. Que para vivir la vida hay que mirar hacia
adelante, pero para entenderla hay que mirar hacia atrás. Por eso me
apoyo en ti Manuel José, y te digo que, en estos momentos difíciles,
Andalucía para mí no es una región, o un pueblo, un sentimiento, una
idea, o un proyecto, Andalucía es para mí en estos momentos una
necesidad. La respuesta a mis preguntas más trascendentes. Por eso
vuelvo y nunca me separo del todo, porque al sentir el palpitar de esta
tierra me conmuevo, entiendo el ritmo de la vida y acepto la certeza de
la muerte. Lo digo frente a la memoria de un hombre que entregó su vida
por una Andalucía libre, España y la humanidad.